La Memoria de los Umbrales

Valorar el espacio, los espacios, como contenedores de recuerdos eleva los mismos transformándolos de estructuras inertes a reservorio sagrado de lo que somos. El espacio, trasmutado y observado como elemento de colección a la vez que como posible contenedor de la misma, nos permite abordarlo desde los valores simbólicos que eventualmente recoge, quizá por ello los nombramos: edificios patrimoniales, atendiéndolos como reliquias colectivas. Reliquias o “restos”, lo que se mantiene y preserva de un lugar/circunstancia pasada. La memoria, desde dicha perspectiva opera como la manifestación intangible de aquello que fue, funciona visibilizando los restos de un pasado atesorado, construyendo y sumando lugares, personas, aromas, sonidos, manifestándose la memoria como colección, como una vasta y magnífica colección de recuerdos.

El ser humano por medio del coleccionismo, observa un objeto y se lo apropia, dotándolo de múltiples características y convirtiéndolo en icono palpable, en una imagen significada y significante, en un símbolo de alguien determinado, en un objeto de valor, atesorado, único y trascendente. Idéntico fenómeno ocurre con nuestros recuerdos, por eso constantemente volvemos sobre ellos.  La Memoria de los Umbrales (aproximaciones miniatura y sonido de diversos edificios patrimoniales) se suscita desde estas reflexiones, y desde la posibilidad de observar un edificio y apropiárnoslo al vincularlo a nuestra biografía, mientras paralelamente este va recogiendo del clima, de los temblores, de las más diversas circunstancias, en su propia carne/materialidad las huellas de la historia, permitiéndonos en definitiva acercarnos a la memoria colectiva cobijada en sus umbrales.